POESIA Y VIDA EN ELENA MOLINA M. por José Gregorio González Márquez

En la palabra está representado el universo. La poesía vincula la vida con la eternidad. la palabra remonta los siglos y se perpetúa más allá de la distancia y el tiempo. El poema brota en la génesis del mundo; nace del corazón de un ser privilegiado: el poeta, la poeta. Un poema expresa sentimientos. Amor y desamor desanda entre las letras de un texto poético. Cuando escribimos asumimos la poética como sagrado elíxir del pensamiento. La poeta se mueve por las aguas de la metáfora; se interna en territorios desconocidos para atrapar las figuras que le darán metáfora; se interna en territorios desconocidos para atrapar las figuras que le darán legitmidad al poema. Al apoderarse de las letras, reinvindica la esencia del ser humano, su valor como expresión noble del creador, su sentido de pertenencia ante la vida. Elena Molina M. reúne en su larga vida todas las vicisitudes que nos sumergen en el mundo de la palabra. El trabajo para niños no es de facil escritura; sin embargo, los textos que nos entrega Elena están cargados de ensoñación, de magia, de alegría.

La metáfora permite a Elena Molina acceder a la alquimia de la palabra. Develar el misterio de la piedra filosofal, de la perpetuidad se logra enhebrando las sílabas hasta convertirlas en fuente inagotable de infinita sabiduria; transforma el silencio de la agonía en río de incertidumbre; que perfila en su escritura el milagro de la imaginación como primigenia aventura para vivir en libetad.

Los poetas se embriagan con el nectar de la palabra, sucumben al vacio dejado por el insomnio cuando lacera el paso de las horas; jamás se amilana al despertar de un letargo y observa a su lado la musa de la poiesis. Los poetas nunca vivirán de su oficio pero tendrán siempre un lugar predilecto en el corazón de la humanidad. Para Elena Molina M. la poesía significa acercamiento de Dios; como poeta traspasa la barrera de la imaginación para vivir en el lenguaje de la palabra.

La poesía es luz, canto, libertad, viento, aroma, misterio. La poeta domina el lenguaje. Imprime a cada lengua las vicisitudes de los sentidos; alterna la belleza con miradas de tristeza y emigra de la tierra poética cuando la acosa el infortunio. Vivir la plenitud de la palabra implica alejarse de los lugares comunes para adentrarse en las esferas de la pasión, de lo inédito, de lo desconocido. Cuando se escribe un poema la realidad se transforma y entonces se revela la existencia en su sentido pleno, reaparece la algarabia de las horas que demandan la presencia de los dioses. Una poeta sufre la melancolía al transpirar los versos de la infamcia, abandona la nostalgia cuando lo ahoga la llegada de los días.

En ocasiones la poesía observa a su creador desde la dimensión de lo ignoto. Los vasos comunicantes acercan la grafía al sueño eterno de la mirada; perfilan en la noche el rostro insomne de quien se atreve a usar la pureza de los símbolos para combatir la desesperanza. La poesía libera el espíritu y le permite transitar por los caminos del alba.

Hoy que homenajeamos a la Profesora Elena Molina M. nos acercamos con ella a la limpidez de la palabra, nos reunimos en torno a la poiesis para decantar el sumo de la sabiduria y permitir que el poema vuele hasta la inmensidad donde albergará su poesía.

 

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